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Eran
las ocho de la mañana del día 18 de noviembre de 1978. James
Montgomery cogió a toda prisa su abrigo y se dirigió a la estación
de trenes; en dos minutos salía el London Exprés. James cerró su
piso y se adentró entre la multitud londinense de una fría mañana
de invierno.
-El
tren con destino Grandview saldrá en un minuto desde el andén 9
-anunció una voz en la estación.
“-No
llego, no llego” -pensó James mientras corría, a punto de tirar a
una señora al suelo.
-¡Disculpe!
Medio
minuto. Un último spring. Montgomery llegó
justo cuando las puertas del tren se cerraban tras de él.
-Su
billete, por favor -James aún estaba agitado por la carrera cuando
se le acercó un revisor.
-Aquí
tiene -dijo James jadeando.
-Acompáñeme
-dijo el revisor amablemente. -Su cabina es la número 12, señor.
-Muchas
gracias.
James
entró a su cabina. No estaba mal, no era demasiado grande pero lo
suficiente para él. Tenía un sofá verde a un costado de la
habitación y una mesita de tomar el té en el centro. Unas amapolas
decoraban la repisa de la ventana. James dejó su maleta en el suelo
y se acomodó en el sofá; necesitaba una siesta. Le esperaban cuatro
días de viaje hasta Grandview, un pueblecito en el cual habían
solicitado sus servicios: era detective.
Conozcamos
a los demás personajes.
La
anciana millonaria, Lauren Aldridge, ya se estaba quejando del
servicio del tren; nació para quejarse. Viajaba sola con su caniche
dirección Grandview, para recoger una herencia que le dejó su
marido antes de morir de un ataque al corazón. Estaba en la cabina
número 4.
A
su lado se encontraba Mike Bennett, un joven de aspecto descuidado y
tímido que apenas salía de su cabina; era un chico solitario. Su
cabina era la número 3.
Las
cabinas número 1 y 2 estaban ocupadas por el revisor y ayudante de
conductor; se turnaba con el maquinista y así él poder descansar. Y
los camareros. Sus nombres son irrelevantes.
De
la cabina número 6 a la 8 se alojaban un grupo de turistas cuyos
nombres no recuerdo, solo sé que venían desde Alemania.
En
la número 9 se encontraba Christopher Evans y su esposa Elizabeth,
ambos trabajaban en la Universidad de Londres, iban rumbo a Grandview
por motivos de trabajo.
La
cabina número 10 estaba ocupada por Grace Shepard, una violinista de
gran fama mundial, estaba de gira por todo el Reino Unido.
En
la cabina número 11 estaba el famosísimo conde de Saint Germain,
último heredero de una gran empresa familiar que arrasó en casi
toda Europa; dicen que el conde tiene poderes. Es ilusionista.
En
la cabina 12 se aloja el detective James Montgomery, yo le contraté
para que me cubriese e investigase a todo aquel que se me acercara;
es el mejor resolviendo crímenes.
Y
por último está la cabina número 5, allí me alojo yo: Emma
Montrose. Descubrí un secreto que podría cambiarlo todo y
necesitaba volver al lugar en que mataron a mi hermano Charlie
Montrose: Grandview. Nunca imaginé que no era la única que iba tras
aquel secreto y que por culpa de mi curiosidad nunca me bajaría de
aquel tren. Seré vuestra narradora; yo ya sé quién me mató en
aquel viaje, pero prefiero que lo descubráis vosotros...
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