Llevaba varios meses saliendo con él. Me hacía sentir bien, o eso creía.
Noté como poco a poco íbamos perdiendo el fuego abrasador de cuando nos conocimos.
Empecé a sentirme mal conmigo misma, "depresión viajera, ya pasará, como siempre"-pensé.
Pero me sentía exhausta, su amor me debilitaba.
¿Sabéis esas personas que son tóxicas? No quiere decir que sean mala gente. Una persona tóxica es aquella que no es buena para ti, que te succiona toda la energía y te hace sentir triste todo el día.
Pues eso era él para mí, era tóxico.
Su oscuridad era tan atrayente que te atrapaba y no te dejaba salir. Sentías que sin él no tenías nada, pero él te estaba matando poco a poco.
Las ojeras se convirtieron en rutina, no podía dormir, estaba deprimida.
Me quedaba hasta altas horas de la madrugada en el ordenador, escuchando música triste y preguntándome qué me estaba pasando.
Decidí que no podía seguir con esa persona, jamás, tenía que acabar con esto.
Y acabé.
Pensé que tenía que buscar a alguien que no me hiciese sentir eso nunca; y busqué, y seguí buscando, pero esa persona no existe para mí.
Me di cuenta de algo, ¿quién me iba a querer? Si al fin y al cabo, yo era como él, era tóxica, en todos los sentidos.
La oscuridad me tenía, ya no podía hacer nada.
Así que qué más daría cómo me hiciese sentir, si al menos a él le importaba. Sí, le importaba y me quería, a su manera, esa manera que me mataba, pero ¿y qué?
Echaba de menos cuando me susurraba cosas inapropiadas al oído en un restaurante repleto de gente mientras me arañaba por debajo de la mesa, echaba de menos su mirada oscura y perversa que hacía que se encendiese todo dentro de mí, echaba de menos que me agarrase del pelo cuando follábamos y que me llamase su gatita.
O quizá no, quizá odiaba todo eso.
No lo sé, este caos llamado cabeza no aguanta más.
Pero ahora ya no hay vuelta atrás, es demasiado tarde.
Para él.
Para mí.